Una carta que no sé cómo empezar.
Una carta que debí haber escrito hace mucho.
Una carta que no sé para que sirve.
Una carta que te va a contar de mí, porque tú no sabes quién soy.
No quiero que suene a reproche, pero mi hiciste mucho daño. Y recién ahora estoy entendiendo cuánto. No sé si ahora puedas hacer algo para que ese dolor desaparezca o al menos, disminuya. Y lo que me da más miedo: no sé si quieras hacer algo por mí.
Desde que te fuiste yo quede muy triste, muy sola. Recuerdo (recién ahora que me atrevo a recordar) que tú y yo éramos un equipo. Nos gustaba hacer las mismas cosas, compartíamos los mismos gustos. Eso o no sé si simplemente yo decía sí a todo lo que tú quisieras hacer, porque te quería tanto que quería complacerte, porque te quería tanto que cualquier cosa que tú propusieras sonaba correcta y perfecta.
Tú fuiste mi primer gran amor. Yo te amaba, como cuando uno se enamora de un hombre, pero aun más. Porque sólo tenía 5 años, porque no tenía malicia, porque no tenía reparos en entregar todo lo poco o mucho que había en mí. Y tampoco (a diferencia de ahora que me da miedo amar) tenía miedo de demostrarte cuánto te adoraba.
Y me abandonaste. Te fuiste y no te importé. ¿Alguna vez has amado y te han abandonado? ¿Sabes cómo duele eso? No creo. ¿Y sabes cuánto le puede doler a una niña de 5 años que no entiende, que no acepta, que no se resigna a perder al hombre de su vida?
Yo te puedo contar:
Bulimia, desde los 17.
Marihuana desde los 22 hasta la fecha.
Sicologo desde los 20, siquiatra ahora.
Un intento de suicidio, con pastillas (poco original).
Sensación constante de vacío.
Incapacidad para mantener una relación amorosa sana y feliz.
Depresión severa por casi 2 años.
Depresión latente por otros dos.
Entre otros.
Eso soy yo, ¿pero sabes? También soy mucho más que eso.
También soy muy inteligente, más que tú.
Soy muy creativa. Aprendí a soñar desde niña ¿y sabes por qué? Para inventarme en la cabeza un mundo mejor al que tenía en la realidad, un mundo en donde yo seguía siendo feliz. Un mundo en donde yo era segura, donde era querida, donde yo no estaba sin mi padre, en donde mi madre no lloraba escondida porque “le dolía la barriga”, un hogar en donde no había necesidad económica, en donde yo con solo 8 años no me encerraba en el baño con una gillete y un balde con agua y sal, un mundo en donde mi mamá se quedaba en casa y no estaba fuera o de viaje siempre porque tenía que trabajar para mantenernos, mientras tú gastabas tu dinero en mujeres, un mundo en donde, cuando me pegaban o tenía un problema, yo no estaba sola, sino que (como antes) mi papá venía a rescatarme.
También soy hermosa. Mas que tú. Y eso te lo debo un poco a ti. Sólo a tu ADN.
También soy responsable. Sé mantenerme, sé organizarme. Y ahora estoy aprendiendo a tener metas y a creer que puedo alcanzarlas.
También soy fuerte. Aunque me rompo en pedazos fácilmente, he aprendido a recogerlos, a pegarlos, juntarlos y seguir adelante.
También soy curiosa, aventurera. Y aunque a veces puedo ser arriesgada, atrevida, sé cruzar líneas de una manera “responsable”.
También soy buena amiga. Sé crear lazos fuertes, sólidos y me preocupo por mantenerlos. Sé consolar, sé aconsejar . Sé apoyar. Sé qué hacer, qué decir para que una persona se sienta mejor. Porque son las cosas, las palabras que me hubiera gustado escuchar cuando yo estaba triste y no tenía a nadie para consolarme. Especialmente a ti.
Y sé bailar. Si me vieras! casi expulso luz del cuerpo. Soy una bailarina nata. ¿Sabes que yo soñaba con estudiar ballet? Y en esa época sólo tenia 7 años o menos. Y lloraba porque me matricularan al ballet. Pero no había dinero para eso. Mi mamá tampoco tenía quién me llevara y me recogiera de las clases de ballet. Además yo usaba zapatos ortopédicos (sabías eso?), y seguramente hubiera tenido que inscribirme en una academia de ballet más cara y especializada. Tú te acuerdas de Kiki, la hija de mi tío Pancho, ella bailaba ballet. Y yo soñaba con poder hacerlo, tener esas zapatillas rosadas, esa falda de tul y ser feliz bailando. Pero todos esos sueños se fueron “de puntitas a la mierda” como tú decías en uno de tus tantos chistes que hacían reir a tus amigos. ¿Por qué no preferiste mejor hacerme reir a mí?
Creo que ahora ya no importa. A veces pienso como hubiera sido si tu te hubieras quedado en casa y ¿sabes? Creo que fue mejor qute te fueras. Pasamos por muchas cosas feas pero también muchas buenas. No me habría gustado verte pegar a mi mama. Osea si te vi y lo recuerdo, la noche en que te fuiste. Recuerdo la sensación, el miedo, pero yo no entendía bien que pasaba. Sabía que habia algo malo, pero no entendía bien. Tu eras mi héroe, los héroes no pegan a las mujeres indefensas. No sé si me habría hecho bien o mal darme cuenta de que tú no eras la persona a que yo pensaba que eras.
Extraño el no haber tenido un padre. El no haber sido la “nena de papá” como esas que uno ve en las películas. El haberte presentado a mi primer novio, el haber llorado contigo mi primera decepción amorosa. El no haber tenido un hombre en casa que me dijera que yo era hermosa. Aunque hubiese tenido 15 años, el pelo frizzado, braces y 10 kilos de más.
Por eso creo que me gusta quedarme en el pasado. Siempre me ha costado moverme a la siguiente etapa, siempre me da miedo, siempre me quiero aferrar a la pasada. Como cuando te fuiste. Me quedé estancada ahí, en la época en la que aún estabas. No quería soltarte, no quería dejarte ir, aunque sólo estuvieses en mi imaginación. Por eso después lo sellé y lo dejé guardado, cogiendo polvo. Y ahora lo estoy desentarrando. Es increíble cómo llegan las imágenes… como rachas de olas imparables, una tras otra… me veo niña y feliz. Me veo panzona, con dos colas y las manos pequeñas. Me veo fea/hermosa, inteligente/torpe, especial/burda. Y lo que me salvaba de ese miedo/ mediocridad eras tú. Por ti yo me sentía hermosa, por ti yo me sentía útil, por ti yo me sentía inteligente. Por que tú me lo decias con palabras, con besos, con mimos, con vasos de leche helada, con ‘fiestas” con regalos tan maravillosos como un tigre plateado. Aunque todo fuese mentira, aunque tú lo inventaras para hacerme (o hacerte feliz a ti mismo), yo pensaba que todo era verdad. Como no iba a creérmelo si era fantástico, lleno de magia, rosado y de plástico, como el mundo de la Barbie que llenó el vacío que dejaste en mi? Yo te creí. Cada palabra, cada mentira blanca. Y las negras también. Era mejor seguir pensando que eras perfecto. Así al menos en mi mente, “tenía” a alguien, y no a cualquiera, a un super-super héroe, que me rescataría de cualquier, CUALQUIER situación. Si yo hubiera abierto los ojos y te hubiese visto como eras, me hubiera sentido más sola, más asustada, ya no hubiese tenido ninguna esperanza. Pero era obvio que tú no eras un super héroe. Estabas bien lejos de serlo.
Entonces, ¿quién me iba a rescatar? ¿Quién me iba a sacar del profundo hoyo en le que estaba? Nada. Nadie. Y así fué en realidad. Pero en mi cabeza, todo iba bien.
Aunque me sentía sola y lloraba mucho, era más fácil pensar que las cosas un día se iban a poner bien, que tú, que yo, tendríamos loa fuerza para arreglarlo todo y volver a ser felices como antes.
JA.
Hay tanto que quisiera contarte de mi, que creo que en una sola carta sería imposible. Y también pienso si sería necesario, porque a lo mejor tú no quieres escucharlo/leerlo.
También me gustaría saber tanto de ti… ¿qué paso? ¿qué q te dolió tanto que te impidió amar, comprometerte seriamente con algo?
¿Pasó algo o simplemente tu naturaleza es así, no te importa y punto?
¿Yo te importo? ¿Yo te importaba?
Y eso, ¿importaría ahora?
No sé. Creo que no.
Ahora yo sólo quiero olvidar y perdonar.
Pero aún no puedo olvidar, y menos perdonarte.
No quiero que te pase nada malo, pero no puedo simplemente no sentir este rencor enorme que me une a ti. Pero ¿sabes? Sé que yo no sería mejor persona si tú te hubieras quedado a mi lado. Sé que mi futuro hubiera sido otro, bastante aburrido.
A veces parece ser cierto que las cosas pasan por algo.